Quizá sea sólo un mito el que dicen que hay un
libro llamado destino en el que todo está escrito, quizá las coincidencias y
las casualidades no existen. Simplemente, las cosas suceden porque tienen que
pasar.
Y allí están, después de un año sin saber nada
el uno del otro. En el mismo lugar y en el mismo momento. Ella, una chica
soñadora que está deseando poder compartir su vida con el hombre de sus sueños.
Él, un chico independiente que sólo piensa en sí mismo. Es obvio el motivo por
el cual se separaron.
A pesar de la distancia que les separa, se ven
y ambos se reconocen. ¿Qué hago? ¿Me doy la vuelta o paso por su lado?,
piensa ella. ¿Me meto en el coche sin saludarla?, piensa él. Ella sigue
hacía adelante, sus pies han decidido por ella el rumbo que tomará. Él se queda
quieto, sin saber qué hacer.
El corazón de la chica le funciona a mil por
hora, ella no tiene duda de que perfectamente podría salir de su cuerpo en
cualquier momento. Él se sumerge en sus pensamientos, recordando el día en que
coincidieron en aquel pub y su vida cambió para siempre.
Ambos se quedan inmóviles, uno enfrente el
otro. Él sonríe lentamente, creía que jamás volvería a ver su inocente rostro.
Ella le aparta la mirada, es demasiado doloroso recordar cómo sus vidas tomaron
rumbos diferentes. Él, sin pensarlo dos veces, la coge de la mano y le acaricia
su suave muñeca. Ella le vuelve a mirar y siente como echaba de menos aquel
contacto.
Ella dibuja una tímida sonrisa, aceptando ese
roce. Y él, decidido, le roba un beso de sus finos labios. Ella le devuelve el
beso, rodeándole el cuello. Ambos sonríen y olvidan cualquier pensamiento,
sensación, sentimiento. Olvidan cualquier cosa que no tenga nada que ver con
ellos dos.