Suena la alarma del móvil a las
6:30h de la mañana. Amanda no ha podido dormir en toda la noche, su cabeza no
dejaba de repetir aquella escena que la dejará marcada para siempre. Se levanta
de la cama sin hacer ruido, para no despertar a su madre y a su hermano. Se
viste con mucha lentitud, mientras caen lágrimas de sus ojos por el dolor que
causan los tejanos en su piel.
Se ve reflejada en el espejo que
hay en su habitación. Observa el ojo hinchado, el labio partido y los brazos
llenos de cardenales. No puede evitar empezar a llorar con más fuerza, se
sienta en el suelo para esconder la cara entre las piernas. Los golpes duelen,
sobre todo si vienen de una persona a la que amas. Cuando consigue entrar en
calma, cubre los moratones con una chaqueta fina de color marrón. Antes de
salir al pasillo, observa que no haya nadie despierto y se dirige al cuarto de
baño.
Entra con mucho cuidado, su
hermano duerme en la habitación de enfrente con la puerta abierta. Cierra y pone
el pestillo. Lava su delicada piel con agua fría, como si con eso intentase
limpiar su aura. Mira el ojo y el labio, luchando contra su voluntad para no
volver a llorar. Abre la puertecita del armario que hay justo al lado del
espejo, coge el neceser de Hello Kitty que le regalaron sus padres el año
pasado para su 16 cumpleaños. “Es hora de tapar la poca dignidad que te queda”,
se dice a sí misma. Busca el corrector facial, sabe que tiene trabajo.
Con el pincel va repasando el ojo
izquierdo, cada vez más hinchado. Duele. Llega un flashback, su pareja le atiza
un puñetazo en la cara. Ella reacciona, y da un salto hacia atrás. “Debes
seguir, no puedes ir a clase así”, se dice. Jamás
te volveré a fallar, esto no va a pasar más. Esas son las mismas palabras
que repite Sergio cuando Amanda recibe un golpe. Coge la sombra de ojos azul,
pasando el pincel con precaución por la parte superior. Eres una puta, no sirves para nada. La ralla negra de la parte
inferior. Nadie te quiere, sólo yo te
aguanto. Hace el mismo trabajo con el ojo derecho, esta vez sin sentir
dolor. Quién diría que uno de los dos está inflamado.
Busca entre el maquillaje un
pintalabios rosa y un gloss del mismo tono. Aparece otro flashback, Sergio coge
con fuerza a Amanda del pelo y la tira hacia el suelo, el labio empieza a
sangrar. Con cautela, va tapando la herida. “No puedo soportarlo más. Pero es
que sin él, no soy nadie”.
Amanda no es más que otra víctima
de la violencia de género, viviendo con miedo día a día. Conoció a Sergio hace
2 años y desde el primer mes de relación, empezó el maltrato psicológico. ¿Por qué hablas con otros chicos? Me das
asco, no sé por qué estoy contigo. Ella creía que era normal, “él está
celoso porque está enamorado y no puede vivir sin mí”. ¿Prefieres irte con tus amigas en vez de verme? A mí no me vuelvas a
llamar. Fue quedándose sin amigas, sin amigos, sin vida propia. Sólo vivía
por y para él. “Las relaciones son duras, pero nosotros podemos con todo”, se
decía. Pero un día, después de escucharle decir que era una mierda y que
debería estar muerta, decidió que habían terminado. Pero lo que Amanda no
sabía, es que iba a recibir su primera paliza…
Vuelve a dejarme, y te arrepentirás de haber nacido. Llevaban 1 año
juntos cuando ocurrió. Esa noche, Amanda durmió en casa de Sergio para evitar
que los padres de ésta viesen que clase de monstruo estaba con su hija. Por la
mañana, él salió a comprar multitud de maquillaje para que ella pudiese tapar
cada moratón. Lo siento muchísimo, no sé qué
es lo que me pasó. Tengo miedo de perderte, no quiero que encuentres a otra
persona mejor. Ella, enamorada y
ciega, creyó aquella escena de arrepentimiento y decidió darle otra
oportunidad.
Mira al espejo e intenta sonreír.
¿Qué ha pasado con esa chica que quería cumplir con sus sueños por encima de
todo? ¿Dónde está la amiga de sus amigos? ¿Por qué nada le apasiona? Es
prisionera de un hombre del que siente dependencia. “No puedo dejarle, él lo
hace por mi bien y nunca podré amar a nadie como le amo a él”.
Se recoge el pelo en una cola, al
mirar el cuello se da cuenta que tiene unos arañazos. Otro flashback. Cuando
Amanda cae al suelo, Sergio la agarra del cuello con fuerza. Ella no puede
respirar, siente como se ahoga poco a poco. ¿Ves
lo qué me obligas hacer? ¡Yo no quiero, joder! Suelta el cuello y la abraza
con fuerza, llorando. Lo siento tanto, no
volverá a pasar. Te quiero. “No pasa nada, es culpa mía. No debería hacerte
enfadar de esta manera, no volveré a hablar con ningún chico aunque sea amigo
de mi hermano”. Decide que es mejor llevar el pelo suelto.
Sale del cuarto de baño y ve a su
madre despeinada desde la cocina. Amanda le da un beso de buenos días. “¿Qué tal
el concierto de anoche? ¿Estás cansada? Ya te dije que no te dejaría faltar a
clase por eso”, le pregunta. “Fue genial, mamá. Creo que estoy más enamorada de
Pablo Alborán que antes”, responde Amanda. “Qué suerte tienes de contar con
Sergio, ¿verdad? Se ha portado como un caballero acompañándote”. “Sí, tengo
muchísima suerte”. Se sirve un tazón de leche con cereales para coger energías
en su rutina diaria.