24 de junio de 2011

Esa luz blanca...

Siempre creemos que nuestros seres queridos no abandonarán esta vida hasta la vejez, cuando llega su hora. Destrozado es como te sientes cuando la cruda realidad te demuestra que no es así, que la muerte nos puede acechar en cualquier momento. Y recuerdas como era esa persona, como te sentías a su lado, los momentos vividos... cuanto la echas de menos. Pequeñas lágrimas recorren tu mejilla, hasta que se convierten en un llanto del cual no puedes escapar.

Entra en su cuarto, como cada noche y observa el silencio que habita en él. No suena ese disco de Metallica que tanto le gustaba, ni el sonido de su batería. Dios, cuantas veces habrá entrado mientras gritaba que bajase el volumen porque no podía estudiar.

Se tumba en la cama, con lágrimas en los ojos. Recuerda aquellas pequeñas charlas que tuvieron sobre los estudios, el trabajo, los amores, los desamores, entre otras muchas cosas. Siempre con ese detalle de estar abrazados y sentirse el uno al otro, una conexión entre hermanos que curaba cualquier pena.

Su mente está tan cansada que inconscientemente se queda dormida en la cama de su hermano, abrazando como una niña asustada a la almohada que aún conserva el aroma de su ser querido.

Se encuentra en el coche de su hermano, él está a su lado conduciendo. Ella sonríe, están juntos. Hacen broma, se chinchan, cantan. Y ella de nuevo es feliz, porque está con él. Experimenta una felicidad que hacía 3 largos meses que no sentía. Pero una luz les ciega a los dos, sin poder ver nada de lo que pasa en la carretera. Y se escucha un fuerte choque. Ella se despierta sin poder respirar entre sollozos. Era un sueño, un maldito sueño en el que ha vuelto a perderle.