13 de octubre de 2011

Promise me you'll never let go of my hand


Quizá sea sólo un mito el que dicen que hay un libro llamado destino en el que todo está escrito, quizá las coincidencias y las casualidades no existen. Simplemente, las cosas suceden porque tienen que pasar.

Y allí están, después de un año sin saber nada el uno del otro. En el mismo lugar y en el mismo momento. Ella, una chica soñadora que está deseando poder compartir su vida con el hombre de sus sueños. Él, un chico independiente que sólo piensa en sí mismo. Es obvio el motivo por el cual se separaron.

A pesar de la distancia que les separa, se ven y ambos se reconocen. ¿Qué hago? ¿Me doy la vuelta o paso por su lado?, piensa ella. ¿Me meto en el coche sin saludarla?, piensa él. Ella sigue hacía adelante, sus pies han decidido por ella el rumbo que tomará. Él se queda quieto, sin saber qué hacer.

El corazón de la chica le funciona a mil por hora, ella no tiene duda de que perfectamente podría salir de su cuerpo en cualquier momento. Él se sumerge en sus pensamientos, recordando el día en que coincidieron en aquel pub y su vida cambió para siempre.

Ambos se quedan inmóviles, uno enfrente el otro. Él sonríe lentamente, creía que jamás volvería a ver su inocente rostro. Ella le aparta la mirada, es demasiado doloroso recordar cómo sus vidas tomaron rumbos diferentes. Él, sin pensarlo dos veces, la coge de la mano y le acaricia su suave muñeca. Ella le vuelve a mirar y siente como echaba de menos aquel contacto.

Ella dibuja una tímida sonrisa, aceptando ese roce. Y él, decidido, le roba un beso de sus finos labios. Ella le devuelve el beso, rodeándole el cuello. Ambos sonríen y olvidan cualquier pensamiento, sensación, sentimiento. Olvidan cualquier cosa que no tenga nada que ver con ellos dos.